El fenómeno Cafe Racer tiene su origen
en Inglaterra a finales de los años 50. Son unas máquinas
influenciadas por la competición y concebidas por la juventud de ese
período, producto de la cultura Rocker del momento.
Personalizaban
sus motos con pequeños carenados, modificaciones en chasis y
estriberas, tubos de escape, colines y aligeramiento general de la
máquina, quitando todo aquello que no fuera necesario y poniendo
especial énfasis en la velocidad y agilidad, dejando la comodidad de
sus monturas en un segundo plano para hacerlas mas rápidas.
Se las llama Cafe Racer por la
costumbre que tenían los incondicionales de ese estilo de utilizar
sus motocicletas para hacer carreras de café a café situados en las
afueras de las grandes ciudades como Londres, Manchester o
Birmingham.
El movimiento Cafe Racer no llegó a
morir nunca, pero si que podríamos decir que pasó a ser considerado
un mercado secundario. Pero, a pesar de que las grandes marcas se
enredaban en poner en el mercado motos cada vez más eficaces,
potentes y veloces, una vez cubiertos esos sectores de las motos
deportivas alguien se dio cuenta de que seguía existiendo ese
mercado en el que las prestaciones puras pasan a un segundo plano por
detrás de la estética.
Inicialmente se modificaban las
motocicletas para hacerlas más rápidas sin importar la imagen,
comodidad o practicidad. Pero en la actualidad lo que se busca por
encima de todo es recuperar la imagen dejando a un lado el espíritu
original. Porque hay que reconocer que si lo que quieres es rodar a
más de 200 km/h lo tuyo es una Deportiva, no una Cafe Racer.
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